Amir Or: Un vaso de cerveza
El crimen perfecto no conoce razones, dijo.
El crimen perfecto pide un objeto perfecto,
como se dio allá, en Auschwitz.
No me refiero a los crematorios, por supuesto, sino
a lo que sucedía después del horario laboral.
Luego calló: contemplaba la espuma y bebía unos sorbos.
El crimen perfecto es igual al amor, dijo.
El crimen perfecto no precisa nada perfecto
excepto el dar, tanto como se pueda.
Incluso en el recuerdo del espasmo,
la vida es aún eterna.
Incluso los alaridos que mecieron mi mano,
la orina que como misericordia cayó sobre la carne congelada,
el golpe de los tacos que despertaron otros infinitos,
incluso el silencio, dijo
contemplando la espuma.
Es cierto: es muy liberador un trabajo decente,
y sin embargo
un crimen perfecto no derrama
ni siquiera una gota.
Como los labios de un niño, me explicó.
Como la arena y la espuma de las olas.
Como oye.
Como bebe y oye.